viernes, 19 de abril de 2013




La pierna de mi abuela había quedado atorada entre el andén y el vagón.  En unos segundos, el tren reanudaría el viaje.  La gente gritaba, la gente pedía que ese tren no saliera, se asomaban desde las ventanillas, agarraban la pierna de mi abuela y tiraban.  Tiraban como si no fuera una pierna, como si la abuela fuese apenas un cuerpo atrapado y no, una mujer de carne y hueso.  


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