miércoles, 27 de mayo de 2009

II Parte de El libro de las hormigas (textos seleccionados)


Los días y las mentiras necesarias




“En verdad, yo no quiero la dicha que se origina en la miseria. No quiero una riqueza que despoja a otro. Si mi ropa desnuda a otro, iré desnudo.”
André Gide



¿Acaso no veis cómo alguna de vuestras compañeras
queda agonizando en el camino?
El mismo camino que recorrimos juntas hace instantes
y que ahora también juntas nos lleva a la muerte.


Habremos de protegernos de la lluvia igual que Ellas
hundidas en sus galerías de tierra, recorriendo en silencio las cuevas.
Igual que Ellas, en un mundo ajeno, en el mundo de otros
relamiéndonos las patas, chocándonos los ojos
al abrigo de una organización con fines morales autodestructivos.


Adormecida en la pasión que carcome tus entrañas de extraña
Solitaria -te llamaron -para cubrirte con las ropas negras de viuda.
Me uno a tu luto mas no sé cómo abrigarte en la intemperie
y busco las huellas de tus pasos de gigante perdiéndose
en la senda natural de nuestras vidas
que fueron cruelmente separadas por las jerarquías de la razón.


Grandes columnas de multitudes me han arrastrado
no quería, te lo juro
pero después era tan simple, la inercia de la fuerza
la corriente a favor del gradiente
buscando el amanecer, peleando por el alimento
sumidos en días de permanente vigilia.


Era el castigo de completar para perder integridad
el espantoso recorrido de ir y venir por las galerías
sosteniendo la metáfora del gran secreto del mundo
cocidas unas a otras, unidas por el tórax
justificando la marcha sin motivo alguno.
Debemos perdernos para siempre
resignar la idea de los senos para que otros conozcan la dicha.


Hubiera querido decirte que el camino era el mismo
un camino natural, y tendría que haberlo sido
pero fuimos premiados, y vos ahí
vos; socavando hacia el centro de la tierra para proliferar
y yo acá; cada vez más en la superficie.

Me dio miedo ese universo impensado
esas maniobras programadas
para seguir perteneciendo a la gran comunidad.
Una metáfora podría salvarme y lo supe
la invención de un instante en este tiempo que está enteramente tomado.


He perseguido la astilla de un pétalo
que se perdía en los hombros de un desconocido
he soñado esas tardes calurosas de humedad
una nueva comuna de simples refugios
vislumbré recostada sobre una hoja
la realidad diminuta y microscópica
de una ciudad dentro de otra.


Caímos engañadas en esos brazos patriarcales
cuando aún larvas como duendes
vivíamos de la tierra fresca y húmeda
acunando nuestros sueños en los brazos de aquellas obreras
que resignaban sus vidas nunca por amor.


Una hormiga está destinada a no soñar
como muchos de nosotros
está destinada a no saber de sí misma
ha erradicar lo que en algún momento los sentidos evocan.
Las hormigas no hacen canciones
tampoco conocen la verdadera amenaza de los pasos sobre sus cabezas
una hormiga está destinada a no ser soñada jamás
como muchos de nosotros.


Me decías que arrastrara este cuerpo hacia la luz
más allá de las lúgubres galerías
que esperara tu diminuto secreto
a orillas del tronco de aquel árbol
prometiste cualidades de dioses
pero éramos la expresión más ínfima de la vida;
apenas una consecuencia.


Esta es la gran ciudad de la que hablabas
la urbe de los que son paridos en serie
la humanidad que te prodigaste
para alumbrarme hasta la puerta
y no pude creerte porque yo también decía lo mismo.


Después ya sabrás que aunque salga el sol y los brotes más tiernos asomen
ésos que resplandecen bajo la luz,
no deberás confiarte
y Ellas que son una, la que duerme debajo de todas
no dudará en el mandato de exterminar.


EL libro de las hormigas fue editado por Ediciones Cortina de humo, Chile, 2009.

2 comentarios:

BLANCA CORREA dijo...

La poesía produce esa irrupción física que no se explica .
bellos textos
Blanca Correa
te invito a visitar mi blogs

www.amanecelapalabra.blogspot.com

Valeria Zurano dijo...

Gracias Blanca, nos leemos.